Existe una crítica de cine que apela a lo racional y lo científico, y en realidad no tiene nada ni de lo uno ni de lo otro, existe una crítica histórica que trata de relacionar la película con el contexto, otra ideológica, que a todo le tiene que buscar un significado oculto, solo visible para las élites bien aleccionadas por el establishment marxista, existe otra crítica basada en la comparación estilística, que a veces se pierde por los vericuetos de las coincidencias y los “déjà vu” y existe finalmente una crítica de autor, que inauguraron Truffaut y Bazin, en la que se ensalza al director por encima de todas las cosas, dándole ínfulas de “auteur”. Frente a todas ellas yo reivindico la crítica sentimental, que hace especial hincapié en las personas y en como las interrelaciones que se producen entre estas influyen inevitablemente en el resultado de sus obras. Véanse Josef von Sternberg, Ozu, Wenders o Zang Yimou para darse cuenta de ello. Lo otro es coda.[1]